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lunes, 7 de enero de 2013

Carlos Tolueno: “Temí por mi pene”

  • El periodista Carlos Tolueno le cuenta en exclusiva a Río Amarillo el calvario de trabajar en "Toalla Roja", un medio de prensa feminista. 
  • Aprietes, amenazas, olor a chivo y demás calamidades en un testimonio desgarrador.
Portad@ del primer numer@ de Toalla Roja
Todavía en evidente estado de shock, Carlos nos mira desde el otro lado de la mesa del bar que eligió para narrarnos su terrible historia. Periodista por más de cuarenta años, se lo nota compungido y hasta un poco avergonzado. Dice que trabajar para “La Toalla Roja” fue -a priori- más una equivocación que una elección: “yo pensé que era un diario comunista” dice Carlos, y las risas de este cronista y del fotógrafo (y el mozo, que justo pasaba por ahí) le provocan un tic en la ceja derecha. 
Pedimos disculpas y continúa: “Un poco comunistas eran. Decían mucho la palabra neoliberalismo y burguesía, aún cuando a lo mejor estaban hablando de la receta del lemon píe. Pero a mi me daba la impresión de que no sabían ni como se llamaba Marx” sospecha Carlos y esto ya da cuenta del bajo nivel de preparación de “La Toalla Roja”.

RA-: Carlos, desconocer a Groucho es grave. ¿Qué otras cosas te llamaban la atención al principio?

Carlos-: (nos mira raro y prosigue) Todo fue muy rápido. Yo trabajé solo cinco días ahí, pero desde el primero supe que había algo que no era del todo normal.

RA-: ¿Demasiada bajada de línea?

Carlos-: No, el editor llegó y se echó un garco en el escritorio. Fue horrible.

RA-: Ah. Inexplicable, también ¿Y qué más?

Carlos-: Bueno, recuerdo que tuve que renunciar a varias cosas. Por ejemplo, mi nombre. Desde que entraba a la redacción pasaba a llamarme “Carlota”, y si lo olvidaba me correspondía un castigo que solía ser físico.

RA-: ¿Cómo por ejemplo?

Carlos-: El primero consistió en arrodillarme sobre arroz y recitar el segundo long plei de Sandra Mihanovich en forma de cantito de cancha. En otra oportunidad me tatuaron de prepo la cara de Doña Florinda en la espalda. Vean..

Carlos se levanta la remera, se desprende el corpiño y nos muestra el rostro de la violencia de género que los medios feministoides ocultan desde el Mundial 82'. Conmovidos, nos pedimos una caña de durazno y seguimos escuchando.

“Yo no podía reaccionar. Todos los días descubría cosas nuevas y aterradoras. Mis compañeras tampoco usaban sus nombres, sino que se llamaban “Carlita 1”, “Carlita 2” y así. Estaban todas rapadas, excepto en las partes en las que a los hombres nos gusta que lo estén. Sus axilas parecían homenajes al Pibe Valderrama, y cada vez que se saludaban –levantando en alto el puño derecho- uno creía estar comprando cebolla en la feria boliviana…” recuerda con el sufrido periodista.

RA-: Carlos… ¿tuviste miedo?

Carlos-: Si. Especialmente por mi pene. El editor solía estirárselo hacia atrás y pegárselo con cinta scotch entre las nalgas, de modo que no se notara su presencia. Decía que los bultos son violencia de género.

RA-: ¿¿¿???
Carlos-: Así es. Según él, las mujeres no podían tener bulto, a excepción de las más… valvulares, por así decirlo. Pero ni en esos casos -decía esta persona- hay justicia e igualdad de oportunidades. A su criterio, un hombre que no se encinta la pinchila entre los glúteos es un machista y un sexista. En ese momento supe que mi pene estaba en peligro, y decidí escapar.

RA-: ¿Te tenían prisionero?

Carlos-: No, pero me gusta pensar que si; me hace sentir más heroico…

RA-: Ok… Bueno, ¿cómo “escapaste”?

Carlos-: Tuve que crear una distracción. Verán, el periodista feministoide no dice “perro” y/o “perra”: dice “perrx” (risas, muchas risas… como media hora de risas…) Bueno, esa tarde escribí un texto sobre la ilegalidad de la tijereta en Vietnam del Sur usando solo X y @ en lugar de vocales. Esto alegró mucho a la redacción entera, pero como no se entendía un carajo se juntaron todos a tratar de descifrarlo. Allí fue cuando huí y desde la vereda de enfrente pude gritarles que renunciaba, mientras me tomaba los testículos y los invitaba a que probaran un poco de esta.

RA-: Heroico, Carlos.

Carlos-: Si, lo siento así.

RA-: ¿Qué te dejó esta experiencia?

Carlos-: Primero, una infección nasal. Las Carlitas dicen que usar desodorante o tampones es “imposición del mercado para ocultar su verdadera femineidad”, por lo que estuve internado en terapia olfativa por seis meses. Después, una duda... las pibas eran todas horribles.

RA-: ¿Qué duda, Carlos?

Carlos-: ¿Quiénes son los reptiloides.. y qué tienen que ver con estas gentes…?

 
Por Pismanta y Bauchacet

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